jueves, 21 de junio de 2012

Notaba un peso enorme en el pecho, como si nuestra relación empezara a provocarme vértigo, como si sintiera que íbamos montados en un carrusel. Cuando estábamos juntos, nos agarrábamos a los palos de los caballos de madera con fuerza para que siguiera rodando, y el resultado era mágico y bello, y nos dejaba embelesados como un par de niños; cuando estábamos separados, el ritmo de las vueltas empezaba a decaer inevitablemente. Nos volvíamos inestables e inseguros, y supe que tenía que encontrar una forma para no caernos del carrusel.

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